Del Desfiladero al Karst: un viaje que demuestra que la aventura también habla andaluz
Málaga no es solo chiringuito y sol; es una tierra que esconde gargantas vertiginosas, formaciones kársticas únicas en Europa y senderos donde el aire huele a tomillo y a historia. Durante esta expedición descubrimos que, a un paso de la costa mediterránea, late un corazón de montaña dispuesto a sorprender incluso a las más curtidas.
Arrancamos fuertes: pasarela suspendida a más de 100 m sobre el Guadalhorce, pared vertical a un lado y cielo abierto al otro. Eso es el Caminito del Rey. Avanzar paso a paso, ancladas al acero, fue un ejercicio de confianza —en la cuerda, en el equipo y en nosotras mismas—. Al final del desfiladero, la adrenalina se transformó en carcajadas y en la certeza de que, si cruzas ese puente, pocas cosas vuelven a imponerte.
Tras la euforia, llegó la calma. Pinos carrascos, encinas y terracitas de alcornoques nos abrazaron en un trekking suave entre aromas de romero y jaras en el Parque Natural de Los Montes de Málaga. Paramos en un lagar tradicional para probar aceite recién prensado y queso de cabra malagueña. Allí entendimos que la palabra slow no está reñida con la aventura; es su equilibrio.
El karst del Torcal nos recibió con sus torres de piedra retorcida. Cada bloque parece cincelado por gigantes que juguetean desde el Jurásico. Trepamos, reptamos y posamos como niñas entre pasillos de roca fosilizada. Desde la cima, el horizonte ondulado de la comarca se desplegó como un mar pétreo. Fue imposible no asombrarse… y no hacerse la foto. Porque es una formación rocosa única en Europa. Allí, entre piedras esculpidas por el tiempo y el viento, no solo pusimos a prueba nuestras piernas, sino también nuestra capacidad de asombro. El paisaje parecía sacado de otro planeta, y cada paso era una invitación a mirar con otros ojos: los de la niña que aún habita en nosotras y que ama trepar, saltar y descubrir.
Pero lo verdaderamente inolvidable fue la manada: ese grupo de mujeres que, sin conocerse de antes, decidió lanzarse a la aventura con el corazón abierto. Reímos, lloramos, celebramos pequeñas conquistas y compartimos silencios que lo decían todo. Algunas llegaron con miedo, otras con dudas… pero todas se fueron con una certeza nueva en el cuerpo: la de saberse capaces, acompañadas y profundamente vivas.
Esta expedición fue un canto al coraje femenino, al poder de la naturaleza como maestra y a la transformación que ocurre cuando nos permitimos ir más allá de lo conocido. No fue turismo. Fue inmersión, fue presencia, fue piel, tierra y fuego.
Más allá de los paisajes, la verdadera magia fue el grupo. Mujeres que llegaron desde distintos rincones, con distintas historias, pero con algo en común: el deseo de salir del piloto automático, respirar profundo y regalarse algo solo para ellas. Caminamos, sí, pero también nos reímos hasta dolernos la cara. Hubo momentos de retarse —cruzar una pasarela colgante, afrontar una pendiente que parecía no acabar— y momentos de soltar —tumbarse en la hierba, bailar flamenco improvisado en un merendero, brindar con un vino moscatel al atardecer—
En cada conversación surgía una chispa. En cada caminata, un vínculo nuevo. Y en cada descanso al sol, una sensación de pertenencia que a veces cuesta encontrar en el día a día. Málaga nos recordó que no hace falta irse lejos para vivir algo extraordinario. Que la aventura no está solo en los paisajes exóticos, sino en cómo te entregas al momento, en lo que permites que te atraviese.
¿Te apuntas a la próxima?
Si sueñas con poner a prueba tus límites sin perder el buen humor andaluz, este viaje es para ti. No hace falta experiencia previa: solo ganas de caminar, compartir y dejarte sorprender por un rincón de Andalucía que vibra con fuerza propia.
¡¡Ven a Málaga con nosotras!!
🌉 Cruza el Caminito del Rey.
🚶♀️ Explora el laberinto de El Torcal.
🌲 Respira profundo en los Montes de Málaga.
Y, sobre todo, descubre cómo la aventura se multiplica cuando la vives rodeada de mujeres que creen —como tú— que juntas somos más fuertes.
